La presencia de este
homenaje particular a María se corresponde con otorgar un sentido cristiano a
este mes y en esta estación. La Grecia y la Roma
clásicas también celebraban la llegada de la primavera. Lo
hacían con festividades, oraciones y flores para Artemisa y Flora,
ambas consideradas diosas de la fertilidad.
Esta costumbre surgió en la antigua Grecia, donde en el mes de
mayo era dedicado a Artemisa, diosa de la fecundidad. En la antigua Roma el mes
de mayo era dedicado a Flora, la diosa de la vegetación.
El
1 de mayo en la época medieval era considerado como el apogeo de la primavera,
todo centrado en el buen tiempo alejados del invierno. Antes del siglo
XII, la tradición de Tricesimun o “La decisión de treinta días a María” entro
en vigor y se celebrada desde el 15 de agosto al 14 de septiembre, en algunas
zonas aún se puede observar la conmemoración.
Esta
tradición dio un vuelco en el siglo XII y cambió de página en
el calendario. Nació la fiesta de "La devoción de los treinta días a
María", que tenía lugar entre la segunda quincena de
agosto y la primera de septiembre.
Dedicarle un mes exclusivo a la
Virgen es una idea del siglo XVII. En esta época volvió a
incluirse un culto especial a María en el mes de mayo, que es el que ha llegado
hasta la actualidad.
La primavera y el mes de mayo presentan una naturaleza verde, en
flor, con buen tiempo. Ese reflejo de la belleza de la naturaleza también hablan
de María, de su belleza y de su virtud.
La celebración de este mes de mayo es más que una tradición entre los
cristianos, es un homenaje y una acción de gracias hacia quien es
Nuestra Madre.
Fuente: http://catedralestereo.com/
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