A veces se necesita una crisis para iniciar el crecimiento
“Todo fluye, fuera y dentro; todo tiene sus mareas; todas las cosas suben y bajan ; la medida de la oscilación a la derecha es la medida de la oscilación a la izquierda; el ritmo compensa.”
Los momentos de crisis son momentos de dolor pero también pueden ser de descubrimiento. Estos son los períodos en los que la vida se empeña en no dejarnos seguir manteniendo nuestras viejas formas de hacer las cosas, todo parece haber sido arrasado por un fuerte tornado que nos muestra lo que veníamos haciendo mal. Nos sentimos desconcertados, confundidos y angustiados. Sin embargo, estos momentos también nos pueden hacer entrar en una curva de aprendizaje empinada.
Ahora podemos ver todo lo que nos estaba enfermando, desde la forma de alimentarnos, de ejercitarnos o de no hacerlo en absoluto, de no saber estar en silencio para conocernos íntimamente. Y por supuesto ahora, con tanta necesidad de ayudarnos unos a otros, podemos revisar la forma en la que las relaciones de colaboración mutua terminaban a menudo llevándonos al desequilibrio.
La enfermedad que calificamos como negativa, personal y social, nos invita a conectarnos con los ritmos naturales, a serenarnos, a entrar en contacto con nosotros mismos. Pero no oponiéndonos a ella, sino comprendiéndola. No podemos expulsar la oscuridad de una habitación sino abriendo las ventanas para que aparezca la luz. Abrir las ventanas es el acto de no acentuar los defectos, sino en cambio orientar la intención positiva hacia un nivel de comprensión superior.
Que tanto sufrimiento nos pueda llevar al amor.
Que podamos ayudar sin ser dañados.
Que la dureza y el odio nos lleven a la compasión y a la sabiduría.